Minnie Mouse, eterna compañera sentimental de Mickey Mouse, es una ratona negra que viste falda a topos, enaguas y tacones en la mayoría de cortos. En cuanto a su aspecto físico, sufrió las mismas transformaciones que Mickey y algunas otras: paso de ojos negros a ojos con párpados, de blanco y negro a color, etc. En su primera aparición tan solo lucía una falda y sus enaguas, mientras que en el segundo corto The Gallopin' Gaucho ya usaba tacones y un sombrerito con una flor. Este atuendo lo usaría hasta que los ojos de Mickey y ella tuvieran párpados, y entonces Minnie usó un lazo en lugar del sombrero, una buena pareja para Mickey Mouse. Tuvo poco protagonismo en los cortos. Tan solo aparecía como la compañera sentimental de Mickey Mouse, y en varias ocasiones era salvada de Pete Pata Palo, el gato enemigo de Mickey Mouse. Es de temperamento dulce y asustadizo, aunque de mucho carácter cuando se enfada. Su ropa también sufrió algunos ligeros cambios.
miércoles, 11 de febrero de 2015
Mickey y Minnie
Mickey Mouse es un héroe nato. Entusiasta y expresivo siempre se enfrenta a la vida con optimismo. Mickey es divertido y le encanta hacer travesuras, a veces incluso se pasa de la raya. A menudo acaba metido en situaciones que le llevan a vivir grandes aventuras. Inteligente y decidido, Mickey Mouse cuenta con una valentía y un espíritu osado que siempre le permiten salir airoso de las situaciones más rocambolescas. Y lo mejor de todo, es que le encanta reír.
Bella Y La Bestia
Hace muchísimo tiempo había una joven buena y hermosa, a quien las gentes del lugar la llamaban: la Bella. Llamarla así no era sino una expresión de admiración por la perfección física y espiritual de la muchacha.
El padre de la joven, un acaudalado comerciante, cayó, de la noche a la mañana, en la miseria más triste. Así que padre e hija, habituados a la comodidad que acarrean las riquezas, vieron con desengaño, cómo sus amigos de los buenos tiempos ahora se iban alejando.
Pero padre e hija, como buenos cristianos, aceptaron con ejemplar resignación los designios de su Dios. Oraban: “Dios nos dio riquezas y él nos la ha quitado. Él sabrá por qué nos la ha arrebatado”.
Un día en que el padre hacía un viaje, se perdió en el bosque que debía atravesar. Y, comprendiendo que su situación era peligrosa, se encomendó a
su Dios y, éste, escuchando sus anhelos, le hizo divisar muy pronto un plació cercado por una reja. Así que se acercó a él para refugiarse, al no haber otra opción.
Llamó a la puerta y, como nadie contestó, entró en el palacio, recorrió todos los ambientes lujosos, hasta llegar a una espléndida mesa que estaba servida y comió cuanto pudo. Cuando sació su hambre, eligió un amplio y mullido lecho y se echó a dormir.
Al día siguiente, al continuar el recorrido por el regio palacio, halló en el caballerizo un caballo perfectamente preparado. Montó en él y, abandonando la señorial mansión, se alejó tranquilamente.
Apenas hubo avanzado un trecho, se encontró con un hermosísimo jardín, poblado de exóticas y aromáticas flores. No pudiendo resistir la tentación de recoger, se apeó del caballo y arrancó una linda flor para llevársela a la Bella, su hija. Apenas arrancó la flor, el suelo comenzó a temblar y apareció una bestia horripilante, diciendo:
- ¡Insensato! ¡Yo te proporciono el deleite de ver y palpar estas flores, y tú me las robas! Morirás al punto, desdichado. ¡Encomienda tu alma a Dios!
El hombre repuso:
- Dueño de estos dominios: jamás creí hacer daño al coger una hermosa flor para llevarla a mi desolada hija.
El interlocutor contestó encolerizado:
- ¡Yo soy la Bestia! Pero ya que tienes una hija, si ella quiere morir en tu lugar, alégrate; pues a fe de Bestia, estarás sano y salvo.
Bella, la hermosa hija del atribulado comerciante, advertida por un hada buena, acudió al palacio y, a pesar de las súplicas de su padre, insistió quedarse en él.
Pero, la Bestia, lejos de hacerla pedazos a la joven dama, lo miró con bondad. De modo que todo el palacio lo dispuso para ella. Solo la eventual presencia del monstruo turbaba su sosiego. Así, la primera vez que la Bestia entró a sus habitaciones, creyó morir de terror. Más, con el tiempo, fue acostumbrándose a su desagradable compañía.
La Bestia, por su parte, no desperdiciaba oportunidad alguna para solicitarla como esposa; pero ella, aterrorizada y llena de nauseas, le volvía las espaldas y no contestaba nada. Sin embargo, como fueron tan insistentes los requerimientos del monstruo que, mujer y débil al fin, considerando sus bondades, terminó aceptando la propuesta.
De inmediato sucedió un milagro. Apenas dio la Bella su aceptación, la Bestia se transformó en un apuesto príncipe. Y éste exclamó completamente arrobado:
- ¡Bella, mi hermosa Bella! Yo era un príncipe condenado a vivir bajo la apariencia de un monstruo, hasta que una joven hermosa consintiese en ser mi esposa, no importarle mi fealdad. Ahora que esto ha sucedido, pongo a tus pies, a la par de mi profundo amor, mis riquezas y blasones.
En ese momento, la Bella le dio su mano y lo hizo ponerse de pie. Y mirándose cariñosamente, ambos se estrecharon en un largo y fuerte abrazo. Y, Como es de suponer, se casaron y fueron muy felices.
El padre de la joven, un acaudalado comerciante, cayó, de la noche a la mañana, en la miseria más triste. Así que padre e hija, habituados a la comodidad que acarrean las riquezas, vieron con desengaño, cómo sus amigos de los buenos tiempos ahora se iban alejando.
Pero padre e hija, como buenos cristianos, aceptaron con ejemplar resignación los designios de su Dios. Oraban: “Dios nos dio riquezas y él nos la ha quitado. Él sabrá por qué nos la ha arrebatado”.
Un día en que el padre hacía un viaje, se perdió en el bosque que debía atravesar. Y, comprendiendo que su situación era peligrosa, se encomendó a
su Dios y, éste, escuchando sus anhelos, le hizo divisar muy pronto un plació cercado por una reja. Así que se acercó a él para refugiarse, al no haber otra opción.
Llamó a la puerta y, como nadie contestó, entró en el palacio, recorrió todos los ambientes lujosos, hasta llegar a una espléndida mesa que estaba servida y comió cuanto pudo. Cuando sació su hambre, eligió un amplio y mullido lecho y se echó a dormir.
Al día siguiente, al continuar el recorrido por el regio palacio, halló en el caballerizo un caballo perfectamente preparado. Montó en él y, abandonando la señorial mansión, se alejó tranquilamente.
Apenas hubo avanzado un trecho, se encontró con un hermosísimo jardín, poblado de exóticas y aromáticas flores. No pudiendo resistir la tentación de recoger, se apeó del caballo y arrancó una linda flor para llevársela a la Bella, su hija. Apenas arrancó la flor, el suelo comenzó a temblar y apareció una bestia horripilante, diciendo:
- ¡Insensato! ¡Yo te proporciono el deleite de ver y palpar estas flores, y tú me las robas! Morirás al punto, desdichado. ¡Encomienda tu alma a Dios!
El hombre repuso:
- Dueño de estos dominios: jamás creí hacer daño al coger una hermosa flor para llevarla a mi desolada hija.
El interlocutor contestó encolerizado:
- ¡Yo soy la Bestia! Pero ya que tienes una hija, si ella quiere morir en tu lugar, alégrate; pues a fe de Bestia, estarás sano y salvo.
Bella, la hermosa hija del atribulado comerciante, advertida por un hada buena, acudió al palacio y, a pesar de las súplicas de su padre, insistió quedarse en él.
Pero, la Bestia, lejos de hacerla pedazos a la joven dama, lo miró con bondad. De modo que todo el palacio lo dispuso para ella. Solo la eventual presencia del monstruo turbaba su sosiego. Así, la primera vez que la Bestia entró a sus habitaciones, creyó morir de terror. Más, con el tiempo, fue acostumbrándose a su desagradable compañía.
La Bestia, por su parte, no desperdiciaba oportunidad alguna para solicitarla como esposa; pero ella, aterrorizada y llena de nauseas, le volvía las espaldas y no contestaba nada. Sin embargo, como fueron tan insistentes los requerimientos del monstruo que, mujer y débil al fin, considerando sus bondades, terminó aceptando la propuesta.
De inmediato sucedió un milagro. Apenas dio la Bella su aceptación, la Bestia se transformó en un apuesto príncipe. Y éste exclamó completamente arrobado:
- ¡Bella, mi hermosa Bella! Yo era un príncipe condenado a vivir bajo la apariencia de un monstruo, hasta que una joven hermosa consintiese en ser mi esposa, no importarle mi fealdad. Ahora que esto ha sucedido, pongo a tus pies, a la par de mi profundo amor, mis riquezas y blasones.
En ese momento, la Bella le dio su mano y lo hizo ponerse de pie. Y mirándose cariñosamente, ambos se estrecharon en un largo y fuerte abrazo. Y, Como es de suponer, se casaron y fueron muy felices.
La cenicienta
El cuento de La Cenicienta narra la historia de una niña que termina viviendo con su madrastra y sus dos hermanastras, las cuales la maltratan y obligan a hacer las tareas de sirvienta en el hogar. Por su parte, Cenicienta siempre cumple con sus tareas de forma obediente y siempre siendo bondadosa. Un día, reciben una invitación a un baile en palacio y la madrastra prohíbe a Cenicienta asistir mientras que ella y sus hijas se dirigen al baile. Sin embargo, un hada ayuda, mediante un hechizo, a Cenicienta a acudir al baile poniéndole como una única condición que vuelva a casa antes de medianoche, que es cuando el hechizo se romperá. En el baile, Cenicienta conoce a un príncipe que quedará prendado de ella y tendrá que averiguar la verdadera identidad de Cenicienta.
miércoles, 4 de febrero de 2015
Clásicos Disney
Fue una de las primeras películas de Disney.
Nombres de los siete enanitos de Blancanieves : Sabio, Gruñon, Mudito, Dormilón, Timido, Mocoso y Bonachón
En un país muy lejano vivía una bella princesita llamada Blancanieves, que tenía una madrastra, la reina, muy vanidosa.
La madrastra preguntaba a su espejo mágico si ella era la más guapa del mundo entero y éste respondía:
- Tú eres, oh reina, la más hermosa de todas las mujeres.
Y fueron pasando los años. Un día la reina preguntó como siempre a su espejo mágico:
- ¿Quién es la más bella?
Pero esta vez el espejo contestó:
- La más bella es Blancanieves.
Entonces la reina, llena de ira y de envidia, ordenó a un cazador:
Pero esta vez el espejo contestó:
- La más bella es Blancanieves.
Entonces la reina, llena de ira y de envidia, ordenó a un cazador:
- Llévate a Blancanieves al bosque, mátala y como prueba de haber realizado mi encargo, tráeme en este cofre su corazón.
Pero cuando llegaron al bosque el cazador sintió lástima de la inocente joven y dejó que huyera, sustituyendo su corazón por el de un jabalí.
Pero cuando llegaron al bosque el cazador sintió lástima de la inocente joven y dejó que huyera, sustituyendo su corazón por el de un jabalí.
Blancanieves, al verse sola, sintió miedo y lloró. Llorando y andando pasó la noche, hasta que, al amanecer llegó a un claro en el bosque y descubrió allí una preciosa casita.
Entró sin dudarlo.
Los muebles eran pequeñisimos y, sobre la mesa, había siete platitos y siete cubiertos diminutos. Subió a la alcoba, que estaba ocupada por siete camitas. La pobre Blancanieves, agotada tras caminar toda la noche por el bosque, juntó todas las camitas y al momento se quedó dormida.
Los muebles eran pequeñisimos y, sobre la mesa, había siete platitos y siete cubiertos diminutos. Subió a la alcoba, que estaba ocupada por siete camitas. La pobre Blancanieves, agotada tras caminar toda la noche por el bosque, juntó todas las camitas y al momento se quedó dormida.
Por la tarde llegaron los dueños de la casa: siete enanitos que trabajaban en unas minas y se admiraron al descubrir a Blancanieves.
Entonces ella les contó su triste historia. Los enanitos suplicaron a la niña que se quedase con ellos y Blancanieves aceptó, se quedó a vivir con ellos y todos estaban felices.
Mientras tanto, en el palacio, la reina volvió a preguntar al espejo:
- ¿Quién es ahora la más bella?
- Sigue siendo Blancanieves, que ahora vive en el bosque en la casa de los enanitos...
Mientras tanto, en el palacio, la reina volvió a preguntar al espejo:
- ¿Quién es ahora la más bella?
- Sigue siendo Blancanieves, que ahora vive en el bosque en la casa de los enanitos...
Furiosa y vengativa como era, la cruel madrastra se disfrazó de inocente viejecita y partió hacia la casita del bosque.
Blancanieves estaba sola, pues los enanitos estaban trabajando en la mina. La malvada reina ofreció a la niña una manzana envenenada y cuando Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada.
Al volver, ya de noche, los enanitos a la casa, encontraron a Blancanieves tendida en el suelo, pálida y quieta, creyeron que había muerto y le construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudieran despedirse de ella.
En ese momento apareció un príncipe a lomos de un brioso corcel y nada más contemplar a Blancanieves quedó prendado de ella. Quiso despedirse besándola y de repente, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada reina.
Blancanieves se casó con el príncipe y expulsaron a la cruel reina y desde entonces todos vivieron felices.
Blancanieves estaba sola, pues los enanitos estaban trabajando en la mina. La malvada reina ofreció a la niña una manzana envenenada y cuando Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada.
Al volver, ya de noche, los enanitos a la casa, encontraron a Blancanieves tendida en el suelo, pálida y quieta, creyeron que había muerto y le construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudieran despedirse de ella.
En ese momento apareció un príncipe a lomos de un brioso corcel y nada más contemplar a Blancanieves quedó prendado de ella. Quiso despedirse besándola y de repente, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada reina.
Blancanieves se casó con el príncipe y expulsaron a la cruel reina y desde entonces todos vivieron felices.
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